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Mi hijo hace berrinches, ¿dónde me meto?

¿Cuándo aparecen los berrinches? ¿Por qué? ¿Cómo poner límites sin caer en el desborde?

CLARÍN – ENTRE MUJERES – Octubre 2016

Los berrinches suelen darse en una determinada etapa evolutiva y desarrollo socio-emocional del niño, alrededor de los 18 meses y 3 años de vida. Los niños presentan ambivalencia entre sus necesidades de autonomía y dependencia, por lo que se van a presentar con mayor frecuencia los berrinches y los «¡no!».

La expresión de sus emociones resulta más impulsiva y poco regulada, se les dificulta esperar para satisfacer sus necesidades y tolerar la frustración. Esta conducta refleja un malestar, una queja en la que al niño le devienen emociones intensas difíciles de controlar y auto-regular. Esta situación puede deberse a una frustración, decepción, querer tomar sus propias decisiones y no conseguir lo que quieren, a estar cansados o con hambre. Los niños en esta etapa de desarrollo suelen expresarse con llanto, gritos, pataleo, debido a que todavía no han adquirido la capacidad y los recursos necesarios para manifestar lo que les sucede y manejar la situación de manera regulada y asertiva.

Es un proceso de aprendizaje en el que el niño explora sus capacidades y limitaciones, busca autoafirmarse descubriendo y probando su poder por lo que es esperable estos momentos de berrinche, reflejando el conflicto entre lograr una mayor autonomía y su necesidad de dependencia. Cada niño va a manifestar esta situación de manera particular, teniendo en cuenta su temperamento, experiencias vividas, su contexto y el vínculo establecido con sus padres.

 

Hay que estar atentos cuando estos episodios se agravan aumentando su intensidad y frecuencia durante un tiempo prolongado, ya que pueden estar escondiendo otros temas además de la variable evolutiva.

 

Por ejemplo, que el niño esté viviendo una situación estresante dentro de su ámbito familiar, el estilo de crianza de los padres, un llamado de atención o que el niño lo tenga como único recurso para expresar lo que le sucede el llanto.

Durante esta etapa, resulta indispensable la manera en que el adulto logra manejar estas situaciones de berrinche. Por ejemplo, si el padre se altera más y aumenta la escalada con el niño dificultando su calma, si permanece desde un lugar calmo y regulado, si lo ignora y sale de la escena.

Cuando sucede este episodio de enojo intenso, resulta necesario que el adulto pueda auto-regularse y permanecer en ese momento conteniendo al niño desde el límite y dándole el espacio para que suceda, sin que se lastime ni lastime a otros. Que los padres sepan que esa emoción intensa tiene un principio y un fin, pero es necesario contener al niño para que encuentre el borde y limite dentro de ese desborde y revolución emocional.

 

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Esta etapa les resulta a los padres difícil de manejar y es cansadora, ya que estos episodios pueden repetirse varias veces en el día. Para consuelo de los padres, tienen que saber que esta etapa es un proceso en el que el niño va a ir aprendiendo a controlar esto que le sucede sin el recurso del berrinche, pero que va a depender en gran parte, de la manera en que manejen estas situaciones.

Aunque surjan las ganas de evitar diversas situaciones para que no sucedan estos episodios, lo ideal no es evitarlas sino que el niño pueda ir aprendiendo a controlar esos berrinches y poder expresar aquello que le sucede de una manera más asertiva y regularse con ayuda del adulto.

Poner límites a los niños resulta indispensable para su bienestar y desarrollo sano. Les enseña lo que se espera de ellos, lo que se puede hacer y lo que no en determinadas situaciones y contextos, desarrollando la capacidad de adaptarse a las normas de manera asertiva.

Los límites les permiten a los niños tener una mayor comprensión acerca de lo que sucede en su entorno. Les sirven de guía para pensar el camino más sano en el momento de resolver diferentes situaciones de la vida cotidiana, teniendo más conciencia sobre las consecuencias y resultados que pueden tener sus comportamientos.

Es importante, a la hora de enseñar las conductas deseables y aceptables por parte del adulto, tener en cuenta los refuerzos que éste le da al niño. Por ejemplo, reforzar de manera positiva cuando el niño se comporta adecuadamente, felicitarlo, decirle lo que hizo bien, darle un regalo. Cuando el niño presenta conductas no deseables y aceptables como el berrinche, el adulto debe mostrarle su descontento y anticiparle que ese comportamiento tiene consecuencias. Siempre las consecuencias tienen que ser acordes a la edad del niño y se tienen que tener en cuenta las prioridades e intensidades. Si tiene una consecuencia desmedida el niño va a perder el interés y motivación por cambiar esa conducta al igual que si constantemente le quitan aquello que le gusta hacer, ya que todo le va a dar lo mismo.

¡Berrinches en público!

Cuando los berrinches suceden en un lugar público, los padres se sienten observados, juzgados o avergonzados, por lo que puede dificultarse el manejo de la situación con claridad. El adulto se pone más nervioso y, por ende, el hijo pierde más rápido la paciencia, exigiéndole más y generando un posible aumento de escalada. Debido a esta situación difícil de transitar, los padres muchas veces optan de manera automática por ceder ante el berrinche del niño. Esta respuesta no ayuda al niño ya que comienza a registrar y a aprender que con esa conducta consigue lo que desea.

 

Por eso, es importante que el adulto pueda tomarse un momento para observar lo que le sucede en ese momento, clamarse y manejar la situación de una manera consciente y asertiva, sin tener que reaccionar de manera automática.

 

Algunas estrategias para prevenir estos berrinches en público pueden ser: anticiparles lo que van a hacer, qué se espera de él y qué no en esa circunstancia. Por ejemplo, si van a ir a un kiosco, explicarle que va a poder elegir solo una cosa y otro día otra cosa en caso de quiera más, puede pensar y elegirlo previamente, seleccionar entre algunas opciones.

Una vez que el niño logra calmarse, no es necesario que los padres le den un discurso de lo sucedido, ya que puede remontar a otro momento de tensión, sino marcarle qué así, tranquilo como está, se puede hablar y comprender mejor, y explicarle de manera corta y sencilla que de esa manera no va a lograr lo que desea.

Es fundamental que los adultos comprendan que si su límite se presenta de manera firme y constante, el niño aprende que a pesar de su berrinche sus padres se van a encontrar calmos y consistentes con lo que dicen. En cambio, si sus «no» después terminan convirtiéndose en un «sí», el niño comprende que con un poco más de fuerza, gritos y llanto logra lo que desea. Se va estableciendo un determinado patrón de conducta que se hace cada vez más difícil de manejar.

Es importante que los padres ayuden al niño a controlar y calmar estas emociones intensas, para que comience a registrar aquello que le sucede y pueda expresar su enojo de otra manera más funcional.

 

¿Cuándo termina todo esto?

Alrededor de los tres y seis años suelen desaparecer los berrinches, ya que se produce un crecimiento acelerado de las áreas frontales del cerebro que permiten al niño una mayor regulación de su comportamiento, pudiendo planear y organizar sus acciones. También logran un mayor dominio del lenguaje, permitiendo expresarse con palabras y controlando más sus manifestaciones corporales. Además, el niño comienza a registrar y reconocer aquellas emociones auto-valorativas, como el orgullo, vergüenza y culpa.

Por lo tanto, los niños están preparados para recibir y obedecer las normas y reglas de su entorno, pero resulta indispensable que los padres puedan manejar la situación y lograr una adecuada puesta de límites.

Cuando el niño comprende el significado de las reglas y normas sociales y toma consciencia de su repercusión, comienza a entenderlas y respetarlas. Ya sabe que a los adultos hay que escucharlos y respetar aquello que nos marcan como adecuado e inadecuado.

 

Por la licenciada Mora Marengo del Instituto Sincronía, Especialistas en estrés, ansiedad y emociones.

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