Noviembre 2020 – Por la Lic. María Gabriela Fernández de nuestro equipo de Sincronía
En estos tiempos de pandemia y subsiguiente cuarentena hemos convivido con un nivel de estrés muy elevado y de manera crónica, quizás como nunca antes había ocurrido.
Nuestra vida ha cambiado sustancialmente en muchos sentidos. Hoy por hoy podríamos decir que dadas distintas circunstancias que se van presentando nuestro primordial objetivo apunta a poder vivir el día a día. En parte porque lo que rodea al virus y sus consecuencias se van descubriendo “a tiempo real” y ésto tiñe todo de incertidumbre y en parte porque la cuarentena ha restringido nuestros movimientos hasta un punto extremo.
Nos focalizamos en el hoy inmediato. Nuestros movimientos están circunscriptos a lo que los permisos nos autorizan, nuestra rutina está “achicada”. Dormimos, trabajamos, comemos y en el mejor de los casos nos conectamos con el afuera mayormente a través de una pantalla. Nuestra vida bien podría parecerse a la de las personas ancianas, que se mueven ya sin proyectar y poniendo el acento en el puntual día a día. No hay un ir y venir, a la sensación de vitalidad hay que trabajarla para sentirla, hay poco lugar para la espontaneidad, la curiosidad parece una sensación de
otro tiempo pasado que por momentos se siente muy lejano. Los movimientos se vuelven maniqueistas, rígidos, pobres. No hace falta mucho más. La imprevisibilidad de las circunstancias que normalmente nos ofrece la vida ya no es parte de aquello con lo que tenemos que lidiar. Así que no hace falta poner en juego la inventiva para enfrentar situaciones nuevas. Muy por el contrario.
Pero esto tiene un impacto en nuestra mente. Y en nuestras sensaciones y
sentimientos también. Vivimos un Empobrecimiento Experiencial. Y esto le resta creatividad y motivación a la vida. Y nos resta recursos. Porque en algún momento las cosas se van a normalizar, cómo sea que se vaya a definir lo que es normalizar y vamos a recuperar territorio. Necesitamos mantener flexible nuestra mente. No perder flexibilidad psicológica. No dejar que nuestros surcos neuronales sean siempre los mismos, activar distintas redes neuronales. Salir del modo supervivencia y del hábito automático. Abrir nuevas zonas del cerebro.
Recomendaciones para flexibilizar nuestra mente
🔹 Si alguna vez tuviste la intención y quizás no el tiempo de aprender algo nuevo, por ejemplo, a tocar un instrumento… Este es el momento. Y como la mente y el cuerpo están integrados, no olvidarse de la conexión con el cuerpo.
🔹 Prestar atención a nuestros movimientos, realizar ejercicios de estiramiento, activaciones mediante distintos movimientos de danza, sin que tenga que representar tomar clases de baile.
🔹 Recuperar los movimientos y el ritmo siguiendo alguna melodía favorita, incluso intuitivamente. Dejar que el cuerpo se desplace en el espacio recuperando esa vitalidad que teníamos de niños, cuándo tan solo de escuchar una melodía nos empezábamos a mover al compás.
🔹 Restaurar nuestra flexibilidad desde el cuerpo a la mente para reconocer la continuidad del camino y no estancarnos. E incorporar estas nociones de cambio en nuestros movimientos en las acciones cotidianas…
🔹 Cuándo te bañes no lo hagas siguiendo los mismos movimientos automatizados. Improvisá. Que el orden sea distinto. Si te vas a tomar un té, usá diferentes manos, cambiá en lo posible el orden de las cosas. Si salís a caminar, no hagas los paseos por el mismo lugar. Recorré lugares diferentes. Como si fuera un juego, prestale atención a los árboles que veas a tu paso, observa los detalles, lo diferentes que son. Y si no pudieras salir afuera por algún motivo, permití que la tecnología te ayude. Mira imágenes de distintos paisajes. Escucha sonidos de distintos pájaros, sonidos de la naturaleza. Te ayudarán a recordar que la realidad es más que lo que vivimos, que el mundo es más amplio que eso.
🔹 Mantengamos nuestra mente ágil, viva, movediza. Lista para encontrarse con situaciones nuevas. Como fue antes, como fue siempre y como va a volver a ser.